Se arranco el corazón, comprobo su asimetría y con cuidado de luthier lo coloco inclinado bajo las cuerdas flojas del violín, como a un ponticello.
Tenso una a una las cuerdas, afinándolas. Con su mano aún ensangrentada de dolor tomo el arco, lo apoyo contra las cuerdas y frotándolas con sus delicadas crines pudo escuchar el sonido de su propio desengaño.
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