miércoles, 22 de abril de 2009

Al borde de la taza


Cada mañana, cafetera eléctrica, dos medidas de café molido, jarra de agua y perilla de encendido.
Respiro profundamente y despierto de a poco a mis sentidos.
Atrapo una taza, la mas vulnerable o la mas cercana y si estoy con tiempo de escoger, elijo a la mas gorda.
Ya tengo taza, ahora tres cucharadas pequeñas de azúcar, poquita leche y con el resto de café inundo su vacio.
Huelo el café e inmediatamente después creo que existo.
Despavilado asomo curioso a mirarme en su apertura, espejo oscuro y humeante que no me deja ver muy claro.
Inhalo sus humos y tomo su asa con fuerza. Y me aferro a ella.
La acerco a mi boca y me undo un su borde suave y generoso, y afirmandola a mi labio inferior y a la punta de mi lengua, la beso, la bebo.
Ahi al borde de la taza, con mi nariz humeda y mi boca empapada logro notar que hoy sigo vivo.

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