domingo, 26 de abril de 2009

La Ultima Prosa - Lisandro Aristimuño



No sé si esperarte de nuevo por una mañana o dos. El jugo en mi sobra es ardiente, la buena noticia sos vos... sos vos... ohhh La noche se agota de verme, quizá es mejor descansar. Afuera hace frío y es tarde el hoy del reloj se durmió...y se fue. Y vendrás con una sonrisa envuelta en la brisa, y me verás inútil demente inconscientemente. Yo pisaré tu cama de fosas (y no mariposas). Resolveré la última prosa, resuelve mis cosas, en soledad...

miércoles, 22 de abril de 2009

La Carta

En un punto extraño, ahí donde bulle el por qué de las sensaciones, se moldeo en un cosquilleo un hilo de voz.
Su hebra infinitamente incontrolable se extendió en dulces palabras estampadas en papeles blancos en vías de amarillarse con los otoños de la melancolía.
Suena en lo sereno, en el zumbido de las estelas del mar, dando acordes de luz contra las cuerdas del brillo de tus ojos para así derramar la lluvia mas hermosa sobre el jardín de las oraciones.
La hoja informante de mi alma se refresca en tu registro mas puro, soltando en los puntos y en las comas del espacio, tu aire recortado en suspiros, que rompe en ecos contra las paredes gigantes de mi amor.
Y sigue disparada por el propio laberinto de mis frases, como un espectro fluido de los azules de la tinta, que espanta y atropella el blanco hielo del silencio y te habla.
Enteramente corre y resistida se contiene, se anuda en resumen sobre el margen y drena como purificadora de tu corazón-continente el océano de distancias que nos elude.
En el sobre de la vida se encierra nuestro amor para leerse nuevo y florecido sobre la tibieza de tus manos.

Al borde de la taza


Cada mañana, cafetera eléctrica, dos medidas de café molido, jarra de agua y perilla de encendido.
Respiro profundamente y despierto de a poco a mis sentidos.
Atrapo una taza, la mas vulnerable o la mas cercana y si estoy con tiempo de escoger, elijo a la mas gorda.
Ya tengo taza, ahora tres cucharadas pequeñas de azúcar, poquita leche y con el resto de café inundo su vacio.
Huelo el café e inmediatamente después creo que existo.
Despavilado asomo curioso a mirarme en su apertura, espejo oscuro y humeante que no me deja ver muy claro.
Inhalo sus humos y tomo su asa con fuerza. Y me aferro a ella.
La acerco a mi boca y me undo un su borde suave y generoso, y afirmandola a mi labio inferior y a la punta de mi lengua, la beso, la bebo.
Ahi al borde de la taza, con mi nariz humeda y mi boca empapada logro notar que hoy sigo vivo.